Ese

 

     Frente al espejo se viste con el mandato del hombre, pantalones, camisa, corbata, saco y zapatos negros. Se peina con cuidado, ve sus ojos marrones, opacos y húmedos como todas las mañanas al vestirse. No se reconoce en lo que refleja el espejo. Nunca lo hizo, por más que lo ha intentado no ha podido. Respira despacio y profundo tratando de encontrar la fuerza que requiere pasar un día más pretendiendo ser lo que no es, anhelando que la jornada pase rápido entre el trabajo, los estudios y la familia. Sabe que necesita de toda su fortaleza para transitar esa jornada, pero la recompensa lo anima. Esta noche ella se encargará de todo, se dice sin parar. Logra convertir su cara en una mueca severa e inescrutable, como hacen los hombres de verdad resuena en su cabeza con la voz de su papá.


     Su día es otro más con la perfecta rutina que le diseñaron hace años, la cumple sin falta y se siente como un héroe, creía imposible mantener la determinación aquel día. A medida que pasan las horas anticipa la libertad de esa noche. Siente ansiedad por mirarse de nuevo al espejo, implora tener suerte y poder ver el reflejo de quién es al menos una vez, y que no sea solo un recuerdo. Se tranquiliza al saber que ella vendrá, tomará el control y todo volverá a estar bien, como antes, es lo único en lo que puede pensar.

     Ya de regreso en su habitación se toma con calma el tiempo de espera que queda para que ella llegue, prepara todo, acomoda la habitación, la carta, sus cosas, las cosas de ella, sobre todo las cosas de ella. Reza por primera vez en mucho tiempo, porque esta noche será todo o nada. No hay otra opción.

     De a poco la siente llegar, es único el sonido de su voz, ama su olor, la forma en que piensa y se expresa, la falta de miedo. Camina con decisión al espejo y ve lo que tanto quería ver. Ella viste sensualidad, seda y joyas. Un nuevo rostro más atractivo, lleno de color y sombras que encuentra perfecto. La larga cabellera que termina descansando sobre un hombro y parte de su voluminoso pecho. Siente el viento en el escote. El frio metal en el muslo. Ve el mundo desde una tarima de 15 centímetros y terciopelo que modifica su cuerpo. No puede pasar por alto que sus ojos son fieros y decididos. Se oye decir que ya es hora, que llegó el momento. Sonríe porque finalmente ella llegó por completo, volvió como le prometió.

     Da media vuelta y se siente de nuevo poderosa, dueña de su vida, capaz de comerse al mundo y lograr lo que sea. Aunque en el fondo sabe que es una ilusión, algo momentáneo y prohibido. Sabe que es odiada, que la quieren destruir… matar, y no lo va a permitir. No esta vez.

     Recuerda ese día que la encontraron saliendo del club. Las lágrimas de su mamá, el desprecio de sus hermanos, los golpes de su papá. Como tuvo que irse y dejarse solo, cumplir con la rutina, los médicos, las terapias absurdas, el maltrato sin fin, el que nunca terminó a pesar de los años y que no podía regresar o lo matarían.

     Respira profundo y se recompone, esas experiencias no son de ella, una diva tan feroz solo conoce la gloria y la alegría, nunca sangra ni sufre, es una diosa inalcanzable y debe comportarse como tal. Ella es algo por encima de este mundo, incomprensible y perfecta, ella es única y muy valiosa. Por eso sabe que no pertenece a este mundo al que vino, ella es de otro, uno mejor al que quiere ir con la cabeza en alto.

     Va hasta su lecho, se recuesta, se ríe con ganas al saberse victoriosa sobre todos los que la quisieron matar. Siente la libertad de ser ella y toma el puñal de su muslo. Recuerda las luces, la música, el show, la risa del público y el amor de sus admiradores mientras con un rápido movimiento el metal atraviesa repetidamente su roto corazón.

     Ella se va de nuevo, le duele, pero mantiene la postura. Ante todo una diva susurra. Poco a poco desfallece sabiéndose consagrada como una diosa inmortal. Pasan los segundo y justo antes de partir reconoce su amargo triunfo, porque aunque se va para siempre, se aseguró, al menos esta vez, de llevarse consigo a ese que era un cobarde, que se doblegó ante su familia y que nunca quiso ser.


Fue publicado en la antología "Signos" de Ser Seres Ediciones en el año 2016.

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