Vacaciones
Diego
dormía plácidamente cuando lo despertó un rayo de sol. ¡Qué bueno que hay sol!,
piensa. Le parece extraño y voltea a ver el reloj en su mesa de luz. ¡No…! me
quedé dormido otra vez y es lunes, recapacita mientras se levanta precipitado y
corre al baño.
─Si
quiero llegar rápido tengo que volar ─se dice en voz alta.
Se
mete bajo el agua fría, y asea solo las partes importantes. Apurado, cierra la
canilla y comienza a vestirse a medias, todavía mojado. Prepara la mochila y
sale de su casa. Al traspasar el umbral del edificio siente una corriente de
aire. Se frota los brazos y las manos.
─¿Cómo
es posible que haga tanto frío con este sol? ─murmura sorprendido. Llega al
subterráneo temblando de frío. Intenta pasar el torniquete cuando la máquina
suena anunciándole que su tarjeta no tiene saldo.
─Murphy,
espero que estés ardiendo en el infierno ─ dice en voz alta sin poder evitar
maldecir. Hace la fila en la taquilla, recarga su tarjeta y baja hasta el
andén. Percibe como un mal augurio el hecho de que haya muchas personas en la
estación.
─Llevo
más de 30 minutos esperando el tren ─escucha decir una señora.
A lo
lejos ve que su jefa llega al andén, se desespera a comprobar el atraso, ella
siempre llega el trabajo mucho más tarde que él y le molesta que se rompa esta
norma.
Malvada
envidia aléjate de esta alma pura y inocente, se dice de forma jocosa para sobrellevar
la situación con algo de humor. Al fin llega un tren, en el que se logra subir
entre empujones y pedidos de disculpas.
No
estoy tan mal la verdad, es más, mucho mejor, me da calorcito y siento el apoyo
de las personas desconocidas que me tocan, razona sonriendo. Respira hondo y siente
que repentinamente le agarran un glúteo con mucha fuerza, como si se lo
quisieran arrancar de un tirón.
─Discúlpame,
casi me caigo ─le dice una avergonzada mujer. ─Me agarré de lo primero que pude
y bueno… ─explica.
─Perdóneme
señora, pero está muy grande para tanta confianza. La próxima vez primero me
invita un cafecito y así nos conocemos un poco antes de darme tanto cariño ─le
responde el tiempo que le guiña un ojo. La aludida se disculpa nuevamente y
varias personas se ríen del comentario.
Este
pequeño momento de humor es interrumpido por un claro sonido de arcadas. La
chica que Diego tiene al frente y pegada a su pecho, está pálida y comienza a
agitarse. Ahora siente verdadero pánico porque lo van a vomitar mientras va en camino
a su trabajo.
Decide
aplicar lo aprendido en yoga y comienza a hacer contorsiones y a tomar posturas
complejas en medio del gentío para tratar de apartarse del inminente e imparable
peligro. Cuando la señorita suelta el primer y pestilente vomito la víctima es
otra persona y no él.
Sí,
al menos no fue a mí, piensa, y ríe internamente. A raíz de ese primer
proyectil empieza una lucha de empujones, pisotones y gritos por alejarse de la
joven que ahora se parece a Linda Blair.
─No
tiene tamaño para como vomita ─oye decir un hombre. Risas y caos invade en el
vagón.
─!No,
por favor! ─grita a alguien ─No presiones el botón de emergencia porque vamos
todos tarde, en la próxima estación la bajamos.
Diego
supone que le hicieron caso a esa voz porque no sonó la alarma. Al poco tiempo
llegan a la próxima estación, que también es su destino. Al bajar siente que
huele a vómito. No le da importancia.
Tengo
que salir corriendo para que la jefa no me vea, son pocas cuadras hasta la
oficina. Llego y le pido a los chicos que me cubran la llegada tarde, planea el
subir las escaleras.
Hace
el trayecto lo más rápido que puede. Entra a la oficina, saluda con un gesto de
la mano, se sienta y nota que todos lo miran de forma extraña.
─Necesito
que me cubran, no le digan a la jefa que…
─¿Diego,
qué haces acá? ─lo interrumpe un compañero.
─Trabajar
¿Qué más voy a hacer? ─responde.
Sus
compañeros se miran entre sí y estallan en carcajadas. Se molesta al no
entender qué les causa tanta risa.
─Dieguito,
¿Qué haces aquí? ─-e consulta su jefa entrando a la oficina. ─¿Hoy no
comenzaban tus vacaciones?.
Diego,
sonrojándose se levanta. Mira el techo para no hacer contacto visual con sus
compañeros y abandona el lugar en medio de las risas de todos los presentes.
Fue publicado en la antología "Ausencias al Alba" de Editorial Dunken en el año 2016.
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