Susurros
1
Francisco oye el
eco de sus pasos alejándose por el túnel. Acelera el ritmo deseando salir
rápido de ese lugar.
─¡Eres un
hombre, así que cálmate!, es solo un túnel, no te va a pasar nada; camina y
respira. ─Piensa, para mitigar su ansiedad.
Un poco más
tranquilo disminuye la velocidad e intenta distraer su mente, por lo cual se
concentra en el sonido que producen sus pasos.
─Uno-dos, uno-dos
─ Los cuenta. Cambia el ritmo a otro más acompasado y sigue enumerándolos.
─Uno-dos…,
tres. ¿Tres?─. Su corazón se acelera, aprieta los labios, retoma la cuenta:
─uno-dos, uno-dos-tres─.
Un escalofrío recorre su espalda, se paraliza. Los pasos siguen. Siente que sus
piernas se aflojan, se agita ─es imposible, estoy solo; parado y solo, entré
solo al túnel ─ reflexiona.
Ahora escucha cómo
el ritmo aumenta con disimulo, pero inexorablemente. El eco, que estos nuevos
pasos producen, es diferente, parecen un susurro, como si no existieran, pero
tan real como los de un niño que intenta asustar a alguien.
Lógicamente es un
muchachito que quiere asustarme ─suspira y se reprende, al tiempo que mueve la cabeza y los brazos. Afloja la
tensión del cuerpo y retoma su andar.
Ahora va muy lento,
con la intención de que el pequeño lo alcance y darle una lección por querer asustarlo.
─Los peques ya no
respetan; un chiquillo no debería estar solo en la calle, menos a esta hora
cuando se supone que esté durmiendo y no caminando por un túnel tan solitario
─razonaba.
Se detiene
nuevamente. Escucha una risa ahogada, áspera y madura, parece más la risa de un
anciano que la de un chico.
─Eso no es un
niño ─se dice─. Oye un claro sonido
gutural de asentimiento, como si aquel niño-anciano escuchara sus pensamientos. Se le
eriza la piel, no es un niño, no es una persona, ¿Qué demonios es eso? ─piensa.
Comienza a
caminar nuevamente, mientras la transpiración se adueña de su cuerpo, aprieta
los puños, contiene las lágrimas. No puede controlar su respiración e intenta
reprimir las ganas de gritar y correr. Ahora la risa es potente y perversa. “Eso”
disfruta de su renovada cobardía.
Francisco pierde
la cordura. Quiere voltear y enfrentarse a esa cosa que lo asecha, pero el
instinto le dice que corra. Cree que alguien se lo susurra al oído. Sabe que
debe irse del túnel. Quiere salir sano y salvo para que el chico lo deje
tranquilo.
─Eso no es un
niño Francisco ─se dice presa del miedo. Comienza a correr. No se detiene en
ningún momento, pero aún no llega a la salida. Presiente que “eso” está cerca, que
lo va a alcanzar en cualquier instante. Hace un último esfuerzo y grita
pidiendo ayuda. Se cansa. Sabe que no importa lo que haga, no llegará al final
del túnel. Se tapa la cara intentando contener las lágrimas que inundan su
rostro.
Siente que lo
tocan por la espalda. Le hablan. Se ríen y todo se vuelve negro.
2
Francisco
despierta sobresaltado. Le cuesta orientarse. Está agitado.
─¿Dónde estoy? ─piensa.
Mira a todos lados. Una sensación de estar olvidándose de algo importante, se
adueña de él. No puede recordar qué. Se levanta lentamente del suelo
sintiéndose enfermo y cansado. Tiene las piernas tensas, como si hubiese corrido
una larga trayectoria. Mira al frente y ve la salida del túnel…
─¡Sigo en el maldito
túnel! ─dice en medio de un alarido─. Corre de nuevo. Esta vez sabe que va a
lograr salir. Resuena esa risa sin sentido por todo el lugar.
─No es de este
mundo, no puede ser real ─se plantea.
─¿Qué eres? ─pregunta
desesperado─. Por respuesta recibe una risa más estridente y fría que la
anterior. El dolor lo invade. Todo es oscuridad, dolor y risas. Cae.
─¿No me oíste
cuando te dije que corras? ─es lo último que escucha.
3
Un barrendero
entra al túnel maldiciendo su suerte, es el peor lugar de toda la ciudad para
trabajar, siempre está lleno de orina, botellas, indigentes durmiendo y todo oscuro.
─Odio este condenado
túnel ─susurra entre dientes─. No le gusta que la luz no entre en ese lugar.
Piensa en las formas de vengarse de su jefe por haberlo castigado y mandarlo
allí. Imagina bromas pesadas, pero se interrumpe al ver, casi al final del
túnel, a un borracho tirado en el suelo.
─Vestido así no
es un indigente ─piensa. La postura en la que yace aquel hombre hace que se
acerque con cautela. Se agacha a su lado y lo llama:
─Señor, ¿Señor
está bien? Despierte. ¿Necesita ayuda? ¿Le pasó…?─
Al verle la cara
no es capaz de terminar la frase. Ese rostro está desfigurado por el terror y
los ojos tan vacíos de vida como nunca los había visto antes.
─¿Qué pasó aquí?
¡Pobre hombre por Dios! ¿Qué hago? ─Se pregunta por lo bajo.
Oye una risa.
Pasos.
Voltea y ve que
está solo…
─Corre─, le susurran
al oído.
Fue publicado en la antología "Voces del GLA" de Editorial Dunken en el año 2016.
Excelente obra, Benito. Me encantó el manejo del misterio y la solidez de tu pulso narrativo; y ese final inmejorable. Felicitaciones! Gran abrazo, colega!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Pablo! un abrazo
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